domingo, 20 de marzo de 2011

¿Por qué una propuesta de izquierda nacionalista ya no cala en el Perú?

En este primer post del blog de opinión La Alforja del Mudo, he decidido escribir acerca de la candidatura de Ollanta Humala y parte de la Izquierda que va con él.  Por qué su candidatura no despega, y por que la izquierda debería modernizarse en el Perú.

Ollanta Humala aparece en los tablones políticos cuando se levanta contra la segunda reelección de Alberto Fujimori. A los meses Fujimori renuncia a la presidencia, el congreso amnistía a Ollanta y, años más tarde, su hermano da el “Andahuaylazo”, que lo pone otra vez en la escena política. El Perú pasaba, aunque no oficialmente, pero sí en la práctica, por un gobierno de transición que continuaba al de Valentín Paniagua, el gobierno de Alejandro Toledo. El descontento popular era grande, los problemas principales no se habían solucionado y la corrupción junto a los escándalos del presidente y su entorno cercano, generaban rabia y frustración en la población. El levantamiento de Antauro fue, a la larga, asimilado positivamente, y la creación del Partido Nacionalista por Ollanta, junto con su candidatura en el 2006, apostada ampliamente por un buen sector de la población. Sin embargo, actualmente la candidatura de Humala no despunta, ha avanzado dos puntos porcentuales en las últimas semanas, pero sigue baja en comparación al apoyo que tenía en el 2006.

Razones para esta baja pueden ser muchas. Puede ser la televisión y el resto de medios que, claro está, no guardan simpatía con su candidatura, aunque la respetan y le dan tribuna. No obstante, en el 2006 tampoco tuvo apoyo de la prensa y ganó la primera vuelta y, en la segunda, quedo relegado pero muy próximo a García. Otra razón podría ser el pésimo grupo de parlamentarios que llevó al congreso, y su escasa presencia como oposición. Podemos conceder que su bancada (cada vez más mermante) se comportaba como oposición en algunos temas, pero a Ollanta no se lo veía liderándola la mayoría de veces, eran una plana congresal anárquica, y además tenía cada vez menos congresistas, lo que jugaba en contra de su capacidad y figura de líder. Una tercera razón podría ser el cambio de discurso, de radical a tibio. Sin embargo, de todas maneras sigue representando el cambio, y si la población quisiera un cambio radical, a falta de un buen candidato en esa línea, apostaría por un cambio tibio antes que por la continuidad. La principal razón de la baja de Humala comparado con el respaldo que tenía en el 2006 ha sido un cambio en la mentalidad del electorado. Probablemente, la mayoría de votantes actuales quieren cambios, pero ya no cambios radicales. Si ese fuera el caso, esa mayoría votaría por el actual Humala, el tibio, pero eso no reflejan las encuestas. No me atrevería a decir que la propuesta de Ollanta sea social demócrata. Su propuesta tampoco es socialista radical, pero no queda claro, si no lo es por perdida de convicción o por simple estrategia de campaña. Su muda, en sólo cinco años, de un Ollanta radical a un Ollanta tibio ha generado desconfianza en esa mayoría que actualmente quiere cambios, pero ya no cambios radicales. Esa desconfianza y falta de claridad en su candidatura hace que esos votantes apuesten ahora por lo que se ve más claro y lo que es ya conocido.

Como ya se mencionó, Ollanta Humala contaba con casi la mitad de la población en el 2006; no obstante, perdió en segunda vuelta. No frente a Alan García, sino frente a una mayoría que ya no creía en ideas de izquierda nacionalista y de izquierda vieja, una mayoría casi empatada con los que sí simpatizaban con él, pero que fue mayoría al fin. ¿Por qué, en ese entonces, un poco más de la mitad de peruanos ya no compartía esas ideas? Y viendo ya el presente, ¿por qué un sector de los que apoyó a Humala en segunda vuelta ya no simpatizaba con convicción con una izquierda tradicional o radical? Sin duda, ese sector ha pasado actualmente al grupo que antes era poco más de la mitad y que ahora es mayoría. La población votante ha aumentado también, votantes jóvenes se acercarán a las urnas en abril. ¿Por qué ahora la actual mayoría quiere cambios pero ya no cambios radicales?

Personalmente, me inclino a pensar y proponer que fue por la educación que se impartía y sigue impartiendo en las universidades peruanas. En los años noventa, época favorable a la privatización, muchas empresas, pero también instituciones privadas, aparecieron en el Perú. Dentro de estas instituciones estaban las universidades e institutos particulares, que fueron proliferando como hongos por quince años hasta finales del gobierno de Toledo, aumentando la oferta educativa y acercándola más a las zonas marginales de la capital y provincias del país. Es más que obvio que no impartían, ni imparten, una educación de calidad, pero sí daban la oportunidad de poder aprender algo, de tener por lo menos, la oportunidad de adquirir un conocimiento mínimo. Sin embargo ese conocimiento mínimo fue solamente, o caló más fuerte, en temas relacionados con la creación de empresa y la administración. Lo aprendido en esas materias, daba una herramienta a jóvenes que luego se convertirían en emprendedores o que ayudarían a sus padres en los negocios familiares que a la larga se harían más grandes, y demostrarían que eran una herramienta importante para mejorar los ingresos e, incluso, su estatus económico. El gobierno y sus obligaciones, ya no eran la única forma de surgir, el negocio y la empresa propia daban una segunda posibilidad. La educación, la salud y otros servicios públicos seguían siendo deplorables, pero el aumento en los ingresos permitía hacerles frente por lo menos en cierta medida. La ilusión de seguir creciendo económicamente, de manera individual o familiar, después de haber saltado una primera valla, era grande. Es más, el orgullo resentido de haberlo hecho sin ayuda ni facilidades del estado, daba probablemente más motivación a esas personas. Y teniendo en cuenta el reconocimiento y admiración adquirida en sus poblados, acrecentaba aun más la ilusión de seguir avanzando por esa vía. Esas personas dejaron de ser obreros o trabajadores para convertirse en emprendedores, pequeños y micro empresarios.


Actualmente, se ubican en una línea media de esa dicotomía planteada por el Socialismo: la clase obrera y los empresarios. Además, crean un puente entre esa dicotomía; no se encuentran al medio por estar dubitativos o confundidos, el siguiente paso es claro, y apunta a convertirse en grandes empresarios. Y aun más que eso, dejan caminos trazados para los que se encuentran a la mano izquierda, para los obreros y trabajadores, y cuando digo esto, quiero decir dejan a la vista de ellos una posibilidad. Los micros y pequeños empresarios, si bien no sienten que un candidato de izquierda con propuestas radicales los amenace en la actualidad, sí sienten que amenaza sus deseos de ser gran empresa, es decir sus futuros. Ellos ya tienen calados en su mentalidad que la vía de crecer es emprendiendo y haciendo crecer continuamente la empresa. Pero claro, esa mentalidad no está solo en ellos, sino no serian mayoría. En universidades e institutos de mejor calidad, la currícula de todas las profesiones tiene un componente constituido por cursos de administración, gerencia y formación de empresa. A esas instituciones educativas acuden actualmente los hijos de esos pequeños empresarios, también de la clase media tradicional y nueva del país y, claro, de la clase pudiente.

Por ende, la mayoría de la que hablaba en el párrafo anterior es un grupo de votantes, donde hay distintas generaciones y grupos sociales, distribuidos no solo en la capital sino también en las ciudades de las provincias. Esta masa de votantes ya no simpatiza con propuestas radicales y/o de izquierda peruana tradicional, donde el estado es el dueño o el que controla las empresas. No. Son ellos los que quieren ser dueños de su propia empresa, y piden cambios que les den facilidades para emprender nuevas empresas o seguir con las que ya tienen. La actual candidatura de Ollanta Humala no se sabe si es socialista tradicional o es una propuesta de izquierda madura, de una izquierda social demócrata. Esa es la razón por la cual el apoyo a la candidatura de Ollanta Humala ya no se acerca si quiera a la mitad porcentual. En los últimos cinco años, desde el 2006, muchos negociantes y emprendedores se han transformado en pequeños empresarios, y muchos jóvenes que recibieron educación emprendedora y que tienen ahora derecho a votar, están en esa mayoría que no apoya su candidatura. El voto de esta actual mayoría se encuentra esparcido en el resto de los cinco primeros candidatos: en Toledo, en Castañeda, en Keiko y en PPK.

En suma, la razón por la cual la mayoría de la masa votante en el Perú ya no apuesta por una idea de gobierno socialista o de izquierda tradicional, es porque la mentalidad de esta actual mayoría esta favor de la empresa privada, sea como propia o como lugar generador de trabajo, y ven en la izquierda, ideas sociales buenas, pero también el miedo de que esté en contra de la empresa privada. Por esa razón, la izquierda tiene que reformarse y modernizarse hacia una izquierda social demócrata, que demuestre y, sobre todo, convenza que no está en contra de la empresa. Pero esa transformación tiene que dejarse ya de posponerse, sino perderá masa electoral a medida que estos emprendedores, empresarios y los hijos de ellos, simpaticen más con propuestas de derecha capitalista. Y es que junto con esa educación emprendedora de la que se ha hablado, se imparten valores individualistas y materialistas, que a la larga nos podrían encaminar hacia objetivos de estado como el de USA o Inglaterra, estados netamente capitalistas, incluido en valores. Y es que un país no puede estar formado solo de empresarios, que encima tengan arraigados ese tipo de valores. Una buena clase empresarial debe tener valores más sociales y humanistas. Esto sólo se puede llevar a cabo desde la educación, es ahí donde se gesta opiniones que a la larga se traducirán en votos y en objetivos de nación. 


Una izquierda social demócrata debe demostrar que está a favor de la empresa y, una vez en el poder, debe promover, a través de una educación de calidad, valores colectivistas y humanistas, donde el fin no sea el dinero que la empresa genera, sino el medio para alcanzar una sociedad más justa y solidaria.