miércoles, 29 de junio de 2011

LOS PRÓXIMOS CINCO AÑOS DE NUESTRA PRECARIA DEMOCRACIA


A partir del 28 de julio tendremos un nuevo presidente, nuevos ministros y nuevos congresistas. En sus manos está que las próximas elecciones dejen de ser una tensada de cuerda entre dos extremos que nos lleven a rivalidades entre peruanos y vaivenes entre proyectos izquierdistas y derechistas, en vez de seguir una camino más concertado, de centro, donde el objetivo general sea que cada uno y todos los peruanos tengamos oportunidades de desarrollo adecuadas que nos permitan realizarnos y alcanzar una buena calidad de vida. Evitar dicha tensada de cuerda y dichos proyectos de extremos dependerá de la voluntad política de nuestros gobernantes, pero también de la capacidad de concertación entre el Estado y nosotros como sociedad civil y empresarial. En este artículo me enfocaré en el papel que deberían cumplir nuestros futuros representantes en el ejecutivo y el legislativo en los próximos cinco años. Ya en uno siguiente hablaré del nuestro como, repito y enfatizo, sociedad civil y empresarial; es decir, como sociedad única.   

Ollanta Humala obtuvo el 51.5% de los votos frente al 48.5% obtenido por su oponente Keiko Fujimori. Los virajes hacia el centro, discursos y planes de gobierno más moderados, les permitieron a ambos crecer más allá de sus 30% y 20% de votos bases obtenidos en la primera vuelta electoral. Humala fue el más claro y convincente en esa estrategia y terminó ganando la elección. Sin embargo, gracias a que sus discursos después de la victoria siguen siendo moderados y de concertación, su aprobación actual ha ascendido al 70%. Está claro, entonces, que lo que el Perú requiere y pide de sus gobernantes en la actualidad es un gobierno de concertación que aumente considerablemente la inclusión social de los extremadamente pobres y pobres sin perjudicar a los que ya están parcial o totalmente incluidos. No obstante también está claro, que a partir del 28 de julio, la aprobación y la satisfacción de los peruanos para con sus gobernantes, ya no dependerá tanto de sus discursos, sino más bien de sus planes y más aún de las políticas que ejecuten para llevarlos a cabo. Ya no importaran tanto las palabras y buenas intenciones, como sí las actitudes y acciones que tomen. 

En ese sentido, hay políticas (incluidas ofertas de campaña) que deberán cumplirse sí o sí dentro del próximo quinquenio. El Ejecutivo deberá elaborarlas e implementarlas, y el Congreso legislar a favor de ellas, permitiendo la gobernabilidad y dejando de lado sus intereses políticos.

A nivel salud, debe mejorar la eficiencia en la administración de los recursos que recibe el SIS y ESSALUD. Debe ser prioridad del nuevo gobierno invertir en infraestructura y equipos para los hospitales rurales, así como crear nuevos centros de salud en provincias y zonas alejadas, y promocionar la carrera médica en ellas.

A nivel educativo se debe continuar con el programa de la carrera pública magisterial, y poner en acción ya las medidas acordadas en el Plan Nacional de Educación. Aumentar la inversión en ciencia y tecnología, tanto para la investigación como para la enseñanza dentro de las universidades. También deberá invertirse, junto con la empresa privada, en centros de educación técnica en provincias. La demanda de ese tipo de profesiones es urgente y es una gran oportunidad para aumentar la tasa de empleo en otros departamentos del país aparte de la capital.

A nivel laboral, se debe aumentar los puestos de trabajo fuera de Lima, no solo a través de la inversión en infraestructura, como carreteras, edificaciones, etc., que brindan oportunidades de trabajo pasajeras; sino también fomentando la creación y fortalecimiento de las Mypes, y dotando de mano de obra calificada a las grandes empresas e industrias. Además, una promesa de campaña que, sin duda, tiene que cumplirse es el aumento del sueldo mínimo a S/. 750  Nuevos Soles.

Programas sociales como Pensión 65, Cuna Más, ampliación del programa Juntos, becas de la OBEC y el CONCYTEC, tienen que implementarse, mejorarse o mantenerse.   

Para la mayoría de las políticas arriba mencionadas se requerirá de una mayor recaudación. Así, tendrá que cobrarse el impuesto a las sobreganancias mineras, aumentar el nivel de formalidad empresarial y seguir fomentando la inversión, principalmente la nacional.

Otras dos promesas importantes son la recuperación del gas del lote 88 para el mercado nacional (abaratará costos y ampliará la asequibilidad del combustible en el hogar y otros ámbitos), e iniciar el rol subsidiario del estado allí donde la empresa privada no quiera ofertar bienes y brindar servicios que permitan la inclusión.

De gran importancia, también, será disminuir la corrupción y devolverle la ética a la política. Elevar las penas y anular imprescriptibilidad de delitos para funcionarios públicos que los cometan; fortalecer a la Contraloría, aumentándole sus atribuciones y permitiéndole estar constituida por un equipo de independientes. Con ello no únicamente se mejorará la credibilidad e imagen de las instituciones del estado, sino que se recuperará una buena cantidad de dinero para cumplir con los objetivos de inclusión social.

A la par, deben empezar a llevarse a cabo ciertas reformas estructurales en el Estado. Promover la independencia del resto de ministerios para con otras carteras que no sean la de Economía; el ministerio del Ambiente no puede seguir estando supeditado a las decisiones del de Energía y Minas; el de Trabajo no debe verse disminuido o menos apoyado que el de Comercio Exterior, Turismo e Inversiones. Fomentar la interdependencia y equilibrio de poder entre los ministerios permitirá aminorar la cuota de representación de la empresa privada y aumentar la representatividad de los trabajadores y comunidades, evitando y previniendo, así, conflictos sociales.  En la misma línea, el Congreso tiene que reformarse para ser más representativo de los departamentos y las provincias que los constituyen, pero dichas reformas solo las pueden hacer ellos sobreponiéndose a intereses y beneficios que tienen como grupo. Sin embargo, podrían empezar por mejorar su credibilidad e imagen; dejando de lado, por ejemplo, el espíritu de cuerpo en conductas corruptas o no éticas; aminorando el alcance de la inmunidad parlamentaria; y eliminando la alta cantidad de beneficios económicos que obtienen durante sus labores.

Finalmente, el Estado tiene que ser un estado fuerte, que se haga respetar y sepa ejercer el poder que le ha sido dado, así como defender y mantener nuestra soberanía. No debe ceder a intenciones de sectores empresariales que intenten marcarle la agenda; debe (re)negociar sabiamente tratados internacionales buscando siempre el beneficio del país y evitando concesiones gratuitas o que pequen de ingenuas; tampoco debe ceder frente a grupos o movilizaciones sociales que quieran imponerse irrespetuosa y/o caprichosamente violando el estado de derecho. No obstante, no debe ser nunca autoritario; debe estar abierto al diálogo y cumplir sus compromisos democráticos: libertad de prensa y opinión, libertad de movilizaciones y marchas, respetar los derechos humanos y la propiedad privada.

El futuro y fortalecimiento de nuestra democracia dependen de que el gobierno cumpla estos roles, desde hace tiempo, necesarios, y cuyo incumplimiento por falta de voluntad política agudiza cada vez más nuestra precaria democracia. Pero también depende de nosotros. De eso opinaré en la continuación del presente artículo. 

lunes, 11 de abril de 2011

EDUCACIÓN Y POBREZA: nuestra prosperidad o nuestra ruina

Antes que un análisis, ni ligero ni profundo, es una suerte de protesta. De poner sobre el papel, procurando en orden, las ideas de un sentir que parece común. Cual clamor popular.

La pobreza y educación se torna cada vez un problema más crítico. Ya no tan solo resultado de “mal gobierno”; sino más bien se ha convertido, y estamos inmersos en tal, como un problema medular. Un problema que dificulta y en muchos casos impide el desarrollo integral del país, de la nación. Un problema que nos compete a todos, no sólo por ser quienes soportamos la crisis, sino porque aunque no lo fuésemos (esto quiere decir en menor medida) y mientras no formemos parte de la solución estamos no solo empeorando la situación de los ya perjudicados. Sino que además, (y esto es lo peor de todo) condenándonos a un estancamiento total. Salvan de este estancamiento pues los grupos de la gran burguesía que son en alguna medida partícipes en la generación de tales problemas. Ya que muchos en su farsa de planteamientos presentan a la tribuna planes con demagógicas soluciones, que no hacen más que instrumentar al pueblo, llevándolo a la miseria. Bloqueos económicos, injerencias, entre otros. O muchos que se lavan las manos luego de casi desaparecer naciones y regresaron a sentarse a la mesa pretendiendo nuevamente devorarla.

Volviendo al punto principal. Está en los gobiernos y en la sociedad civil resolver este problema. El poder político es el sumo responsable de emprender planes reales y efectivos de solución. La sociedad civil, responsable de la cooperación y participación plena y consciente en tales planes. Al margen de las ideologías y otros asuntos, un pleno ejemplo de esto es Cuba. Como luego de años de una dictadura fatal como fue la de Fulgencio Batista, supo, un pueblo tan golpeado, acabar por completo con el analfabetismo. Con lamentos y cruce de brazos a esperar que otros hagan por nosotros lo que nos corresponde como nación no conseguiremos absolutamente nada. Decidámonos a actuar.

Debemos aplicar las conclusiones de la Cumbre del Milenio, ubicadas en la Declaración del Milenio aprobada por la Asamblea General de la ONU, las cuales dictan medidas que cooperan al desarrollo de la educación y a la erradicación de la pobreza.

Urge al país una mejora sustancial en la administración de tal, para poner en marcha la empresa estatal, es decir la industria la agricultura, etc. Todo ello autogeneraría empleo, y tendríamos la primera fase de la eliminación de la pobreza. Obviamente dicha medida requiere de un plan estructurado por especialistas; en estas líneas solo se manifiesta la iniciativa que trata de recoger el sentir de la población y sus aspiraciones.

El Estado podría (debiese) iniciar capacitaciones de calidad y obligatorias para los profesionales de educación en primer término. Porque si se logra acceder a educación, es de  pésima calidad (educación publica en la mayoría de los casos). Así aquellos estarían en la posición eficiente de capacitar a otros y producir una cadena educativa que de esta forma alcance a los niños y jóvenes de nuestro país que son los necesitados de sapiencia.  De otra parte está, que se aumente considerablemente el presupuesto nacional para poder llevar  a cabo con éxito estas propuestas.  Otro punto que se necesita reajustar es el alcance del programa educativo. Es decir, ampliarlo para así poder cubrir las zonas rurales marginales, las que a su vez más requieren educación. La construcción de nuevas y mejores escuelas con infraestructuras funcionales es otra parte que se debe implementar; sin embargo también, la reforma o cumplimiento estricto del plan curricular educativo. Que refuerce y forme valores. Pero que no quede en un comercial de televisión con el que algunas empresas tratan se subsanar su responsabilidad social. Sino que mediante estos, se emprendan otras medidas resolutivas, ya de la mano de los jóvenes, niños y maestros. Y como fin, toda la sociedad civil en pleno,  para acabar con el malestar que nos aqueja a todos: el de la carencia de educación, el analfabetismo, la IGNORANCIA.

domingo, 20 de marzo de 2011

¿Por qué una propuesta de izquierda nacionalista ya no cala en el Perú?

En este primer post del blog de opinión La Alforja del Mudo, he decidido escribir acerca de la candidatura de Ollanta Humala y parte de la Izquierda que va con él.  Por qué su candidatura no despega, y por que la izquierda debería modernizarse en el Perú.

Ollanta Humala aparece en los tablones políticos cuando se levanta contra la segunda reelección de Alberto Fujimori. A los meses Fujimori renuncia a la presidencia, el congreso amnistía a Ollanta y, años más tarde, su hermano da el “Andahuaylazo”, que lo pone otra vez en la escena política. El Perú pasaba, aunque no oficialmente, pero sí en la práctica, por un gobierno de transición que continuaba al de Valentín Paniagua, el gobierno de Alejandro Toledo. El descontento popular era grande, los problemas principales no se habían solucionado y la corrupción junto a los escándalos del presidente y su entorno cercano, generaban rabia y frustración en la población. El levantamiento de Antauro fue, a la larga, asimilado positivamente, y la creación del Partido Nacionalista por Ollanta, junto con su candidatura en el 2006, apostada ampliamente por un buen sector de la población. Sin embargo, actualmente la candidatura de Humala no despunta, ha avanzado dos puntos porcentuales en las últimas semanas, pero sigue baja en comparación al apoyo que tenía en el 2006.

Razones para esta baja pueden ser muchas. Puede ser la televisión y el resto de medios que, claro está, no guardan simpatía con su candidatura, aunque la respetan y le dan tribuna. No obstante, en el 2006 tampoco tuvo apoyo de la prensa y ganó la primera vuelta y, en la segunda, quedo relegado pero muy próximo a García. Otra razón podría ser el pésimo grupo de parlamentarios que llevó al congreso, y su escasa presencia como oposición. Podemos conceder que su bancada (cada vez más mermante) se comportaba como oposición en algunos temas, pero a Ollanta no se lo veía liderándola la mayoría de veces, eran una plana congresal anárquica, y además tenía cada vez menos congresistas, lo que jugaba en contra de su capacidad y figura de líder. Una tercera razón podría ser el cambio de discurso, de radical a tibio. Sin embargo, de todas maneras sigue representando el cambio, y si la población quisiera un cambio radical, a falta de un buen candidato en esa línea, apostaría por un cambio tibio antes que por la continuidad. La principal razón de la baja de Humala comparado con el respaldo que tenía en el 2006 ha sido un cambio en la mentalidad del electorado. Probablemente, la mayoría de votantes actuales quieren cambios, pero ya no cambios radicales. Si ese fuera el caso, esa mayoría votaría por el actual Humala, el tibio, pero eso no reflejan las encuestas. No me atrevería a decir que la propuesta de Ollanta sea social demócrata. Su propuesta tampoco es socialista radical, pero no queda claro, si no lo es por perdida de convicción o por simple estrategia de campaña. Su muda, en sólo cinco años, de un Ollanta radical a un Ollanta tibio ha generado desconfianza en esa mayoría que actualmente quiere cambios, pero ya no cambios radicales. Esa desconfianza y falta de claridad en su candidatura hace que esos votantes apuesten ahora por lo que se ve más claro y lo que es ya conocido.

Como ya se mencionó, Ollanta Humala contaba con casi la mitad de la población en el 2006; no obstante, perdió en segunda vuelta. No frente a Alan García, sino frente a una mayoría que ya no creía en ideas de izquierda nacionalista y de izquierda vieja, una mayoría casi empatada con los que sí simpatizaban con él, pero que fue mayoría al fin. ¿Por qué, en ese entonces, un poco más de la mitad de peruanos ya no compartía esas ideas? Y viendo ya el presente, ¿por qué un sector de los que apoyó a Humala en segunda vuelta ya no simpatizaba con convicción con una izquierda tradicional o radical? Sin duda, ese sector ha pasado actualmente al grupo que antes era poco más de la mitad y que ahora es mayoría. La población votante ha aumentado también, votantes jóvenes se acercarán a las urnas en abril. ¿Por qué ahora la actual mayoría quiere cambios pero ya no cambios radicales?

Personalmente, me inclino a pensar y proponer que fue por la educación que se impartía y sigue impartiendo en las universidades peruanas. En los años noventa, época favorable a la privatización, muchas empresas, pero también instituciones privadas, aparecieron en el Perú. Dentro de estas instituciones estaban las universidades e institutos particulares, que fueron proliferando como hongos por quince años hasta finales del gobierno de Toledo, aumentando la oferta educativa y acercándola más a las zonas marginales de la capital y provincias del país. Es más que obvio que no impartían, ni imparten, una educación de calidad, pero sí daban la oportunidad de poder aprender algo, de tener por lo menos, la oportunidad de adquirir un conocimiento mínimo. Sin embargo ese conocimiento mínimo fue solamente, o caló más fuerte, en temas relacionados con la creación de empresa y la administración. Lo aprendido en esas materias, daba una herramienta a jóvenes que luego se convertirían en emprendedores o que ayudarían a sus padres en los negocios familiares que a la larga se harían más grandes, y demostrarían que eran una herramienta importante para mejorar los ingresos e, incluso, su estatus económico. El gobierno y sus obligaciones, ya no eran la única forma de surgir, el negocio y la empresa propia daban una segunda posibilidad. La educación, la salud y otros servicios públicos seguían siendo deplorables, pero el aumento en los ingresos permitía hacerles frente por lo menos en cierta medida. La ilusión de seguir creciendo económicamente, de manera individual o familiar, después de haber saltado una primera valla, era grande. Es más, el orgullo resentido de haberlo hecho sin ayuda ni facilidades del estado, daba probablemente más motivación a esas personas. Y teniendo en cuenta el reconocimiento y admiración adquirida en sus poblados, acrecentaba aun más la ilusión de seguir avanzando por esa vía. Esas personas dejaron de ser obreros o trabajadores para convertirse en emprendedores, pequeños y micro empresarios.


Actualmente, se ubican en una línea media de esa dicotomía planteada por el Socialismo: la clase obrera y los empresarios. Además, crean un puente entre esa dicotomía; no se encuentran al medio por estar dubitativos o confundidos, el siguiente paso es claro, y apunta a convertirse en grandes empresarios. Y aun más que eso, dejan caminos trazados para los que se encuentran a la mano izquierda, para los obreros y trabajadores, y cuando digo esto, quiero decir dejan a la vista de ellos una posibilidad. Los micros y pequeños empresarios, si bien no sienten que un candidato de izquierda con propuestas radicales los amenace en la actualidad, sí sienten que amenaza sus deseos de ser gran empresa, es decir sus futuros. Ellos ya tienen calados en su mentalidad que la vía de crecer es emprendiendo y haciendo crecer continuamente la empresa. Pero claro, esa mentalidad no está solo en ellos, sino no serian mayoría. En universidades e institutos de mejor calidad, la currícula de todas las profesiones tiene un componente constituido por cursos de administración, gerencia y formación de empresa. A esas instituciones educativas acuden actualmente los hijos de esos pequeños empresarios, también de la clase media tradicional y nueva del país y, claro, de la clase pudiente.

Por ende, la mayoría de la que hablaba en el párrafo anterior es un grupo de votantes, donde hay distintas generaciones y grupos sociales, distribuidos no solo en la capital sino también en las ciudades de las provincias. Esta masa de votantes ya no simpatiza con propuestas radicales y/o de izquierda peruana tradicional, donde el estado es el dueño o el que controla las empresas. No. Son ellos los que quieren ser dueños de su propia empresa, y piden cambios que les den facilidades para emprender nuevas empresas o seguir con las que ya tienen. La actual candidatura de Ollanta Humala no se sabe si es socialista tradicional o es una propuesta de izquierda madura, de una izquierda social demócrata. Esa es la razón por la cual el apoyo a la candidatura de Ollanta Humala ya no se acerca si quiera a la mitad porcentual. En los últimos cinco años, desde el 2006, muchos negociantes y emprendedores se han transformado en pequeños empresarios, y muchos jóvenes que recibieron educación emprendedora y que tienen ahora derecho a votar, están en esa mayoría que no apoya su candidatura. El voto de esta actual mayoría se encuentra esparcido en el resto de los cinco primeros candidatos: en Toledo, en Castañeda, en Keiko y en PPK.

En suma, la razón por la cual la mayoría de la masa votante en el Perú ya no apuesta por una idea de gobierno socialista o de izquierda tradicional, es porque la mentalidad de esta actual mayoría esta favor de la empresa privada, sea como propia o como lugar generador de trabajo, y ven en la izquierda, ideas sociales buenas, pero también el miedo de que esté en contra de la empresa privada. Por esa razón, la izquierda tiene que reformarse y modernizarse hacia una izquierda social demócrata, que demuestre y, sobre todo, convenza que no está en contra de la empresa. Pero esa transformación tiene que dejarse ya de posponerse, sino perderá masa electoral a medida que estos emprendedores, empresarios y los hijos de ellos, simpaticen más con propuestas de derecha capitalista. Y es que junto con esa educación emprendedora de la que se ha hablado, se imparten valores individualistas y materialistas, que a la larga nos podrían encaminar hacia objetivos de estado como el de USA o Inglaterra, estados netamente capitalistas, incluido en valores. Y es que un país no puede estar formado solo de empresarios, que encima tengan arraigados ese tipo de valores. Una buena clase empresarial debe tener valores más sociales y humanistas. Esto sólo se puede llevar a cabo desde la educación, es ahí donde se gesta opiniones que a la larga se traducirán en votos y en objetivos de nación. 


Una izquierda social demócrata debe demostrar que está a favor de la empresa y, una vez en el poder, debe promover, a través de una educación de calidad, valores colectivistas y humanistas, donde el fin no sea el dinero que la empresa genera, sino el medio para alcanzar una sociedad más justa y solidaria.